El varapalo sufrido en Castellón, la dureza del acto y las posteriores acometidas, han dejado muy tocado tanto al Depor como al Deportivismo.
Ya poco o nada vale. Cuando las decisiones no gustan ni a unos ni a otros es que algo muy grave esta pasando. El Deportivo parece viajar sin rumbo claro.
Manejado por sombras de alto poder adquisitivo se antoja títere de un fútbol apoderado por el negocio y que no es capaz de acertar cuál es el mejor de sus amigos para gestionar tanto el club, como la situación deportiva.
Una afición desconcertada clama contra las decisiones tomadas. La figura de Soriano, aparentemente respetada, aparece para calmar los ánimos pero la no vuelta de Ruben de la Barrera volvía a avivar la llama. Idiakez, el elegido para sentarse en el banquillo, no convence y el despido de una leyenda como Fran, no gusta para nada.
La renuncia del consejo de administración en su momento quizás fue la mejor decisión tomada. Cada uno a lo suyo. Mas sabiendo que tras la retirada de Àlex Bergantiños este pueda ocupar ese lugar. Salen y entran jugadores, en una planificación que se denota poco controlada hasta el momento y mientras tanto todos a la espera de la Junta General Extraordinaria que se atisba demasiado entretenida.
El barco una vez más parece a la deriva, navegando en una bucle infinito pero totalmente veraz, navegando una temporada más en aguas tenebrosas.