Cómo prevenir y actuar ante las amenazas del verano
Cuando el termómetro se dispara, el cuerpo humano puede verse sobrepasado. Conocer los riesgos del golpe de calor y la insolación es clave para evitar consecuencias graves, especialmente entre los más vulnerables.
Con la llegada del verano y las cada vez más frecuentes olas de calor, los riesgos asociados a las altas temperaturas se convierten en una preocupación de salud pública. Entre los efectos más graves del calor extremo se encuentran el golpe de calor y la insolación, dos condiciones potencialmente mortales si no se detectan y tratan a tiempo. Aunque a menudo se confunden o se usan como sinónimos, presentan algunas diferencias importantes y requieren atención inmediata.
¿Qué es un golpe de calor?
El golpe de calor es una emergencia médica caracterizada por un fallo en el sistema de termorregulación del cuerpo. Esto ocurre cuando la temperatura corporal se eleva por encima de los 40ºC, sin que el organismo pueda disipar ese exceso de calor.
El cuerpo humano normalmente se enfría mediante la sudoración, pero en condiciones extremas —como una alta humedad ambiental, actividad física intensa o exposición prolongada al sol— este mecanismo puede fallar. Cuando eso sucede, los órganos comienzan a deteriorarse rápidamente, lo que puede llevar a consecuencias graves como daño cerebral, fallo multiorgánico o incluso la muerte.
¿Y la insolación?
Aunque a menudo la insolación y el golpe de calor se consideran equivalentes, en realidad la insolación es una forma de golpe de calor causada específicamente por una exposición prolongada al sol directo.
Es decir, toda insolación es un golpe de calor, pero no todos los golpes de calor se deben al sol directo: también pueden producirse en ambientes cerrados, sin ventilación, durante el ejercicio o incluso mientras se duerme.
En ambos casos, el problema es el mismo: el cuerpo ha acumulado más calor del que puede eliminar.
Síntomas que no deben ignorarse
Tanto en el golpe de calor como en la insolación, los síntomas pueden aparecer de forma progresiva o repentina. Los principales signos de alarma son:
- Temperatura corporal superior a 40ºC
- Piel caliente, enrojecida y seca (sin sudor)
- Dolor de cabeza intenso
- Náuseas y vómitos
- Confusión, desorientación o comportamiento inusual
- Mareo, debilidad o pérdida de conciencia
- Pulso acelerado y respiración rápida
- Convulsiones (en los casos más graves)
Estos síntomas exigen actuación inmediata. Ignorarlos o restarles importancia puede poner en peligro la vida de la persona afectada.
¿Quiénes están en mayor riesgo?
Todos estamos expuestos a sufrir un golpe de calor, pero existen grupos de especial vulnerabilidad:
- Niños pequeños, especialmente menores de 4 años, cuyo sistema de regulación térmica aún no está del todo desarrollado.
- Personas mayores, cuyo organismo responde con menor eficacia al estrés térmico.
- Personas con enfermedades crónicas como hipertensión, diabetes, obesidad o afecciones cardíacas.
- Trabajadores al aire libre, deportistas y personas en situación de calle.
- Personas que toman determinados medicamentos, como diuréticos, antihistamínicos o antidepresivos, que alteran la termorregulación o la hidratación.
Prevención: la clave para evitar un desenlace grave
Evitar un golpe de calor es relativamente sencillo si se adoptan medidas preventivas:
- Evitar la exposición solar en las horas centrales del día (de 12:00 a 17:00 h).
- Hidratarse de forma constante, aunque no se tenga sed. El agua debe ser la principal fuente de hidratación.
- Usar ropa ligera, de colores claros y transpirable, además de sombreros o gorras.
- Buscar sombra y lugares frescos o climatizados, sobre todo en días de temperaturas extremas.
- Evitar comidas copiosas y el alcohol, que favorecen la deshidratación.
- No dejar nunca a niños, ancianos o mascotas en el interior de un vehículo cerrado, aunque sea por poco tiempo.
- En el caso de bebés y personas mayores, es conveniente revisar su temperatura corporal y fomentar su hidratación de manera proactiva.
¿Qué hacer si alguien sufre un golpe de calor?
Ante la sospecha de un golpe de calor o insolación, se debe actuar con rapidez:
- Llamar a emergencias (112 en España) inmediatamente.
- Trasladar a la persona a un lugar fresco y ventilado, a la sombra o con aire acondicionado.
- Bajar la temperatura corporal mediante paños fríos, baños con agua tibia (no helada), ventiladores o rociando agua sobre la piel.
- No dar líquidos si la persona está inconsciente o desorientada, para evitar atragantamientos.
- Aflojar la ropa y colocar a la persona en posición lateral de seguridad si hay pérdida de conciencia.
La rapidez es esencial: cuanto más tiempo permanezca el cuerpo a una temperatura elevada, mayor será el riesgo de daño irreversible.
Calor sí, pero con precaución
Aunque las estimaciones de mortalidad atribuible al calor suelen ser elevadas —al incluir complicaciones indirectas como descompensaciones en personas mayores o enfermas—las muertes directamente causadas por golpe de calor e insolación son mucho menos frecuentes, aunque no por ello menos preocupantes.
Según el último informe del Plan Nacional de Acciones Preventivas contra los Efectos del Exceso de Temperaturas sobre la Salud (Ministerio de Sanidad, 2024), en todo el año pasado se contabilizaron en España 17 muertes por golpe de calor o insolación. Estas cifras reflejan únicamente los casos clínicamente confirmados en los que la causa principal de fallecimiento fue un trastorno relacionado directamente con la exposición al calor extremo.
En el caso de Galicia, la incidencia directa es aún más baja: en los últimos años, la comunidad registra una media de 3 muertes anuales por golpe de calor, según los datos del Sergas y del Instituto de Salud Carlos III. No obstante, expertos alertan de que el envejecimiento poblacional y el aumento de las temperaturas pueden incrementar estos casos en los próximos veranos, especialmente si no se refuerzan las campañas de concienciación y prevención.
Disfrutar del verano no está reñido con cuidarse. Cada año, miles de personas son atendidas por golpes de calor que podrían haberse evitado con información y sentido común. Estar informados es más que una recomendación; es una necesidad.
La prevención y la respuesta rápida salvan vidas. Y en este caso, prevenir no cuesta nada, pero puede evitar un problema grave de salud.