El fútbol base, ese que debería ser sinónimo de diversión, aprendizaje y respeto, ha vuelto a ser escenario de un lamentable episodio de violencia verbal y acoso. Esta vez, la víctima fue Raquel, una árbitro de 13 años que dirigió un partido de Prebenjamines en los campos de fútbol de La Torre, en A Coruña. Su madre, indignada y valiente, ha denunciado lo ocurrido a través de un emotivo mensaje en redes sociales, que ha desatado una ola de apoyo y reflexión sobre el trato que reciben los jóvenes árbitros en el fútbol formativo.
Un partido marcado por la intimidación
El partido, correspondiente a la Segunda Furgal Fase Oro entre el Victoria y el Silva, se convirtió en un calvario para Raquel. Según relata su madre, el delegado del Victoria fue el principal instigador de una actitud «terriblemente agresiva y maleducada». Con aspavientos, expresiones intimidatorias y una actitud corporal amenazante, este hombre no dejó de cuestionar cada decisión de la joven árbitro, que, con solo 13 años, está en pleno proceso de aprendizaje.
Pero el acoso no se limitó al banquillo del Victoria. Raquel cometió el error de no verificar la alineación de los técnicos del Silva, y se encontró con un entrenador y tres jóvenes que, «actuando en manada», la acosaron ante cada decisión arbitral. La madre de Raquel describe cómo su hija sentía «miedo» al acercarse a la banda, debido a las expresiones y actitudes agresivas de estos individuos.
La grada, otro foco de desprecio
El ambiente en la grada no fue mejor. Aunque la madre de Raquel prefirió no mirar hacia atrás, los comentarios despectivos de los aficionados hacia una niña de 13 años fueron constantes. «No sé si os hacéis una idea», escribe, dejando claro que la situación fue tan desagradable como injustificable.
Raquel, a pesar del nerviosismo y la presión, no activó el protocolo de violencia verbal ni sacó tarjetas rojas a los responsables. Su madre lamenta esta decisión, pero entiende que, ante el miedo y la intimidación, su hija optó por aguantar. Sin embargo, hace un llamado a que este tipo de comportamientos no queden impunes: «Si alguien los conoce, si alguien lee este post, agradecería se lo hiciesen llegar».
Además, la madre de Raquel propone que haya una autoridad en los campos de fútbol base, ya sea policía o personal de la Federación, que vele por el correcto desarrollo de los partidos. «En los partidos oficiales de mayores hay policía, pero energúmenos hay en todos los campos, los de Primera, los de Segunda y los de biberones», reflexiona.
Un mensaje de apoyo y orgullo
A pesar de lo ocurrido, el mensaje de la madre de Raquel es, sobre todo, un canto al apoyo y al orgullo. «Raquel no hizo uso de todas las armas que el reglamento tiene habilitadas para estos casos, pero sigue siendo valiente», escribe. Y añade: «Los niños árbitros son imprescindibles para los partidos y son el futuro del fútbol. Son valientes, muy valientes, y las niñas, si me apuras, más extraordinarias todavía».
Con un tono emocionado, la madre cierra su mensaje con una declaración de amor y apoyo incondicional: «Te quiero feliz, y te quiero valiente. Sigue, Raquel, sigue. Mi obligación y la de papá es la de cuidarte y protegerte y ayudarte a cumplir tus sueños. Y ahí estaremos SIEMPRE».
¿Qué estamos enseñando?
El relato de la madre de Raquel no solo denuncia un hecho concreto, sino que pone sobre la mesa una pregunta incómoda: ¿Qué estamos enseñando a los más pequeños cuando permitimos que los adultos se comporten de esta manera en los campos de fútbol?
El fútbol base debería ser un espacio de formación, no solo en lo deportivo, sino también en valores como el respeto, la educación y la deportividad. Sin embargo, episodios como este demuestran que, en ocasiones, los adultos son los primeros en fallar.
Raquel, con su valentía y pasión por el arbitraje, es un ejemplo a seguir. Pero para que niñas como ella puedan seguir sonriendo en el campo, es necesario que todos, desde los clubes hasta las federaciones y los aficionados, trabajemos para erradicar la violencia y el acoso del fútbol base.