20/10/2025

Crónica de un Fracaso Anunciado: Los Siete Grandes Retrasos que Afectan a A Coruña

La gestión de las obras públicas bajo el mandato de Inés Rey se ve empañada por incumplimientos sistemáticos de plazos, sobrecostes millonarios y una profunda desconexión con las necesidades vecinales, lastrando la ciudad y su ya maltrecha hacienda

La crítica situación financiera del Ayuntamiento de A Coruña, con una deuda que ronda los 150 millones de euros, es solo una parte de un problema estructural de gestión. La otra cara de esta moneda es el crónico e inaceptable incumplimiento de los plazos de ejecución de las obras públicas, un mal endémico que no solo genera multimillonarios sobrecostes –agravando el déficit–, sino que colapsa la ciudad, perjudica al comercio, indigna a los vecinos y pone en serio entredicho la competencia técnica y la capacidad de planificación del gobierno local.

Estos retrasos van más allá de la mera estadística. Son la evidencia de una improvisación constante que tiene un coste real: el económico para todos los coruñeses y el social para quienes sufren a diario las consecuencias de una obra interminable. Peatones que sortean obstáculos, comercios que ven caer sus ventas, vecinos que respiran polvo y soportan ruido durante años, y un patrimonio público que, en muchos casos, se ve deteriorado incluso antes de ser estrenado.

He aquí siete ejemplos que configuran un panorama desolador de la gestión de la obra pública en la ciudad:

1. La Rampa del Matadero: De 4 a más de 9 meses. Un proyecto aparentemente sencillo que multiplicó su molestia vecinal. Lo planificado para cuatro meses terminó ocupando casi diez, generando pérdidas económicas en los negocios de la zona y una frustración creciente entre los residentes.

2. Las Casas de Franco: El Diálogo Ignorado. Este caso es paradigmático de la sordera institucional. Con un plazo inicial de 3 meses, la obra se dilató 23. Los vecinos advirtieron desde el inicio sobre los problemas de inseguridad, movilidad y pérdida de aparcamiento. Su voz fue ignorada, lo que desencadenó movilizaciones vecinales. El proyecto, iniciado contra la voluntad popular, hubo de ser modificado a posteriori, demostrando que la soberbia es mala consejera y peor gestora.

3. Paseo Marítimo: 34 meses de «Rehumanización». Una obra emblemática que se convirtió en un calvario. De los 10 meses previstos pasó a 34, acumulando un enorme sobrecoste. Pero lo más grave fue la calidad: elementos como la zona de juegos infantiles comenzaron a desprenderse a los pocos días de inaugurarse, obligando a nuevas reparaciones y poniendo en riesgo la seguridad de los niños.

4. La Casa Veeduría: La Improvisación Hecha Edificio. Duplicó su plazo (de 15 a 30 meses) y ahora alberga, de forma «provisional», a la Agencia de Estrategia y Inteligencia Artificial (AESIA), que aún carece del personal prometido. Una obra con financiación central cuyo uso final parece tan incierto como su planificación inicial.

5. Centro Cívico del Birloque: El Estridente Silencio. Anunciada a bombo y platillo su finalización, la realidad es que una obra de 6 meses necesitó 26 para concluir. Un retraso del 433% que, pese a su enormidad, fue silenciado en la pompa de la inauguración.

6. Marqués de Pontejos: Lujo por el Precio de lo Social. Este proyecto para crear 5 viviendas sociales es el ejemplo de la peor gestión. El plazo se disparó un 260% sobre lo previsto. Pero el escándalo mayor es el coste: con un precio de obra de 320.000 €, sumando suelo y otros gastos, cada vivienda social podría rondar los 500.000 euros, una cifra propia del mercado de lujo que ridiculiza el concepto de vivienda protegida.

7. Monte Alto: La Obra Eterna. El caso más sangrante por su impacto actual. Con un plazo de 26 meses, lleva ya 30 y aún está sin finalizar. El barrio entero está sometido a un stress insoportable: la escuela infantil, la búsqueda imposible de aparcamiento, los cortes de calles y el traslado de la parada de autobús colapsan la zona. Es la crónica de un desastre anunciado que sigue sumando días.

Incompetencia o algo peor?

Esta sucesión de fracasos no puede atribuirse siempre a la mala suerte o imprevistos. Patrones como la falta de diálogo, la improvisación en el proyecto, la deficiente supervisión de la ejecución y la nula asunción de responsabilidades se repiten.

Los continuos incumplimientos evidencian, como mínimo, un altísimo nivel de incompetencia en la gestión pública. Planificar es prever, y aquí no se ha previsto nada. La otra opción, aún más grave, sería pensar que estos retrasos son intencionados. Esto abriría la puerta a preguntas incómodas sobre qué intereses ocultos podrían estar detrás de alargar obras y aumentar su coste.

Sea por una razón o por otra, el resultado es el mismo: A Coruña está pagando un precio demasiado alto, en euros y en calidad de vida, por una gestión que no cumple ni con los plazos ni con la ciudadanía.

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