Un viaje en el tiempo a través de una fotografía de 1908 nos descubre el origen mercantil de uno de los espacios más singulares del centro de A Coruña, antes conocida como Plaza de los Huevos
Una imagen en blanco y negro, capturada en 1908, sirve de máquina del tiempo para uno de los rincones más queridos y transitados de la ciudad herculina: la actual Plaza del Humor. La fotografía, que rezuma la autenticidad de otra era, no muestra las icónicas estatuas de bronce que hoy pueblan el lugar, sino un bullicioso mercado al aire libre donde el producto estrella, y que daba nombre a la plaza, era claro: los huevos.
Conocida popularmente durante décadas como “Plaza de los Huevos”, este espacio céntrico era el corazón del comercio avícola de la ciudad. La razón del nombre, como era costumbre en la época, era puramente funcional y descriptiva. El nombre surgía de manera orgánica del producto que se comerciaba en ella, siendo un reflejo directo de la actividad económica y social del momento.
La instantánea de 1908 muestra un ambiente radically distinto al actual. Donde hoy se abren terrazas de hostelería y el sonido predominante es el de las conversaciones y las risas, antaño resonaban los tratos entre vendedoras y clientas, el trajín de las cestas de mimbre y el cacareo de las gallinas que, en muchos casos, se vendían vivas. Era un punto de encuentro necesario, un lugar de abastecimiento donde la función práctica primaba sobre el ocio.
La transformación de este espacio en el que hoy conocemos comenzó a gestarse a principios de la década de los 90 del siglo pasado. El actual diseño, que le confiere su personalidad única, es obra del polifacético artista gallego Siro López (escritor, dibujante y escultor). Su proyecto reconvirtió la plaza en un homenaje perpetuo al ingenio y la comicidad.
Bautizada oficialmente como Plaza del Humor, el espacio está dedicado a las grandes figuras del humor gráfico gallego y español.
Así, la plaza ha mantenido, en cierto modo, su esencia como lugar de encuentro. Cambiaron los “productos” que en ella se “comercian”: el trueque de huevos y aves fue sustituido por el intercambio de sonrisas, momentos de esparcimiento y el reconocimiento a unos artistas que, con su lápiz, supieron retratar la sociedad de su tiempo. De la cesta de mimbre a la viñeta de humor, la historia de esta plaza es un fiel reflejo de la propia evolución de la ciudad: de lo puramente mercantil a lo cultural y lúdico, sin perder un ápice de su carácter popular y central en la vida coruñesa.