Hace unos días se consumó otro paso decisivo en la estrategia de Inés Rey y su alter ego, Lage Tuñas, para asfixiar definitivamente a la Agrupación Socialista Coruñesa e instaurar un régimen de control absoluto, tanto en el Ayuntamiento como en el partido a nivel local. Lo que estamos presenciando no es solo la decadencia de una formación política, sino la metamorfosis de un proyecto colectivo en una estructura clientelar, donde el debate ideológico ha sido sustituido por el servilismo y el miedo.
El manual de la autocracia, versión coruñesa
La secretaria general del PSOE coruñés aplica con celo el Manual de Autocracia diseñado por Pedro Sánchez, adaptado a escala municipal con una precisión inquietante:
- Concentración de poder en manos de un núcleo irresponsable. Lage Tuñas, figura omnipresente en el gobierno local, opera como una suerte de abadismo municipal, decidiendo sin contrapesos mientras los concejales, reducidos a meros comparsas, callan por temor a perder sus privilegios. ¿Dónde está la voz de quienes fueron elegidos para representar a los ciudadanos y no para convertirse en empleados mudos de la alcaldesa?
- Presupuestos opacos, deuda transparente. Con la complicidad del BNG, el equipo de Rey ha modificado las reglas del juego para evitar el escrutinio público en la gestión del dinero de todos los coruñeses. Mientras la deuda municipal alcanza cifras históricas, las decisiones se toman entre bambalinas, lejos del Pleno y de la luz que debería caracterizar a una administración democrática.
- La invasión de los fontaneros. El último capítulo de este esperpento es el asalto institucional a la agrupación local: decenas de trabajadores vinculados con el ayuntamiento, y alguno con la Subdelegación del Gobierno, han sido incorporados al partido no para enriquecer el debate, sino para aplastarlo. Su papel no es pensar, sino aplaudir. El resultado: una asamblea de 60 personas donde antes había 600, un teatro de lealtades forzadas donde nadie osa preguntar por los 300 millones no invertidos en los barrios o el agujero de 150 millones que podría desencadenar la intervención de Hacienda de la Xunta de Galicia.
La debacle no es una opción, es un destino
Este camino no conduce a una derrota electoral cualquiera, sino a un colapso que dejará al PSOE coruñés en estado terminal. Y eso no es una buena noticia ni para sus votantes ni para la ciudad. Una democracia sana necesita partidos sólidos, capaces de alternancia y renovación. Lo que Rey y su equipo están construyendo es un cadáver político: una organización vacía, sin crítica interna, sin ideas y sin futuro.
Cuando el PSOE coruñés era una fuerza viva —en la época de Paco Vázquez—, las asambleas bullían de discusión, propuestas y militancia comprometida. Hoy, en cambio, el partido se reduce a un círculo de adeptos que sobreviven a base de silencio y sumisión. ¿Es este el socialismo que quieren defender?
La rendición no es solución
El conformismo de los concejales y la pasividad de los afiliados no solo aceleran la agonía del partido, sino que debilitan el sistema democrático. Una cosa es perder unas elecciones y otra, muy distinta, cavar la propia tumba política. Si el PSOE quiere sobrevivir, debe recuperar urgentemente la democracia interna, la autocrítica y la conexión con la ciudadanía. De lo contrario, no habrá alternancia posible, solo un vacío que otros llenarán —y no necesariamente con mejores soluciones—.
A Coruña merece un socialismo vivo, no una estructura zombi manejada por fontaneros del poder. El silencio de hoy es el fracaso de mañana.
