Desde hace varias semanas, un fenómeno delictivo está sacudiendo diversos barrios de A Coruña, dejando a su paso un reguero de cristales rotos, vecinos indignados y una creciente sensación de inseguridad. Lo que comenzó en Monte Alto se ha extendido como una mancha de aceite, y ahora el Agra del Orzán vive con inquietud la misma pesadilla: despertar y encontrar las ventanillas de sus vehículos hechas añicos.
La alarma vecinal: más allá de un cristal roto
El modus operandi es sistemático y rápido. Los autores actúan de noche, seleccionando vehículos aparcados en la vía pública. El objetivo no es el robo del coche en sí, sino el hurto de cualquier objeto de valor visible en su interior: cargadores, pequeñas cantidades de dinero, gafas de sol o cualquier pertenencia que pueda ser convertida en efectivo con rapidez. Aunque el botín suele ser de escaso valor económico, el daño colateral es enorme. Los afectados se enfrentan a reparaciones costosas, molestias logísticas y, lo más grave, una profunda vulnerabilidad.
“Es una sensación de impotencia y de que tu espacio, tu propiedad, ya no es seguro”, comenta una vecina de Monte Alto que prefiere mantener el anonimato. “No es solo el dinero de arreglar el cristal, es la pérdida de tiempo, la desconfianza y el miedo a que la próxima vez sea en tu portal”.
El vínculo con el narcotráfico: un mapa del delito que se dibuja solo
Consultados por este diario, expertos en seguridad y fuentes policiales coinciden en señalar que este tipo de delitos de oportunidad están íntimamente ligados al consumo de drogas y, más concretamente, a la ubicación de los puntos de venta. Los consumidores con una dependencia severa, necesitados de conseguir dinero rápido para su dosis, recurren a estas acciones como el método más inmediato.
Este patrón dibuja un mapa involuntario del microtráfico en la ciudad. Los vecinos de Agra del Orzán, una zona con una altísima densidad de población, reconocen con preocupación un retorno a los peores tiempos, cuando el camino hacia Penamoa –un histórico y conocido punto de venta– era sinónimo de robos y inseguridad. Con el desmantelamiento de macro puntos como Penamoa, el tráfico de drogas no ha desaparecido; se ha descentralizado y atomizado, distribuyéndose por múltiples enclaves en distintos barrios.
La comisión masiva de estos delitos de «cristales rotos» estaría señalando, precisamente, la ubicación de estos nuevos puntos de venta activos. Donde hay clientes desesperados, hay delitos periféricos.
El precio de la droga: un indicador de un problema mayor
Un dato aportado por fuentes vecinales y confirmado por agentes policiales arroja luz sobre la magnitud del problema: el precio de la droga en la calle se encuentra en uno de sus momentos más bajos. Esto, lejos de ser una buena noticia, es un indicador alarmante. Refleja una oferta abundante y una feroz competencia entre distribuidores, lo que apunta a un crecimiento significativo del negocio del narcotráfico en la ciudad.
La ecuación es simple y terrible: mayor oferta y precios bajos facilitan el acceso, lo que a su vez incrementa el número de consumidores problemáticos y, por ende, la comisión de delitos para financiar el vicio.
La tercera pata del problema: la ausencia de una policía de proximidad
Vecinos de Monte Alto y, ahora, del Agra del Orzán, coinciden en señalar un factor crucial que agrava la situación: la falta de una presencia policial preventiva y de barrio. Echan de menos al agente que paseaba, conocía a los vecinos y disuadía con su sola presencia.
“Aquí no ves a la policía hasta que el delito ya se ha cometido o estalla una pelea. La sensación es de abandono”, denuncia un comerciante de la zona de Agra. La desaparición de este modelo de policía de proximidad ha creado un vacío que los delincuentes aprovechan. La respuesta reactiva –acudir tras una llamada al 092– no es suficiente para prevenir una ola de delitos tan dispersos y rápidos como la rotura de ventanillas.
¿Hacia una capital de la inseguridad?
La combinación de estos tres factores –aumento del consumo, una red de venta extensa y la falta de vigilancia preventiva– conforma un coctel explosivo que amenaza con convertir a A Coruña en un referente negativo en materia de seguridad.
La solución requiere un abordaje integral. No basta con aumentar las patrullas de refuerzo de forma puntual. Es necesaria una estrategia coordinada que combine la inteligencia policial para desarticular los puntos de venta, programas sociales y sanitarios para atender a las personas con adicción y, sobre todo, el regreso de una policía de barrio que recupere la confianza de los ciudadanos y el control del territorio. Mientras tanto, los vecinos de A Coruña seguirán mirando con aprensión por la ventana cada mañana, preguntándose si su coche será el próximo en la lista.