Los propios concejales tienen prohibido el acceso/uso de los espacios de la primera planta a no ser que lo soliciten por escrito con 72 horas de antelación
En política, el uso del espacio es siempre una herramienta fundamental. Plazas para las grandes concentraciones y avenidas despejadas para las manifestaciones multitudinarias. Bodeguillas, fincas y retiros de montaña para acoger a los íntimos. Y antes de conseguir el contacto con el líder, antesalas, antecámaras y espacios vacíos que empequeñecen al visitante y le anuncian, antes de que lo haga un ujier, que está a punto de acceder a la presencia del Poder.
El actual equipo de gobierno socialista inicia su segundo mandato deseoso de recuperar el carácter suntuoso del Palacio Municipal, por eso se ha dictado una ordenanza que restringe el acceso a la primera planta de María Pita, para convertirla en una suerte de aposentos reales reservados a la alcaldesa. Así, a partir de ahora, los propios concejales tienen prohibido el acceso/uso de los espacios de la primera planta a no ser que lo soliciten por escrito con 72 horas de antelación.
Este uso restringido de los espacios públicos compagina bien con un gobierno que ha presumido de incentivar las reuniones con los ciudadanos pero, en la realidad, las ha reducido a mínimos históricos. Durante la pasada campaña electoral a las municipales, la alcaldesa celebró sólo tres reuniones con representantes de los barrios. No son muchas, y los demás barrios de la ciudad pueden esperar sentados por su visita ahora que ese cometido se ha delegado no en un concejal, sino en un asesor de área.
O sea que ahora, la primera planta del ayuntamiento ya no es de los ciudadanos, ni siquiera de sus legítimos representantes, los concejales, sino que ha quedado convertida en los aposentos privados de una alcaldesa que escenifica de forma gráfica su manera de entender el poder. Pero lo que a lo mejor la alcaldesa no entiende es el provecho que sacan de su aislamiento quienes de verdad mandan en el concello. Porque también eran grandes espacios suntuosos, y vacíos, las torres en las que se encerraba a las reinas cuando los nobles querían gobernar el reino. Las cárceles más efectivas son las que no necesitan barrotes, sobre todo si el prisionero no sabe que está encerrado.