La correspondencia, dirigida a su amigo José Ojea, desvela la intimidad y los lazos del autor de Celanova con figuras como Murguía, Pardo Bazán o Rosalía, y retrata sus vivencias antes de su muerte en La Habana
La voz de Curros Enríquez, una de las cumbres de la literatura gallega, resuena de nuevo con una fuerza íntima y personal. La Xunta de Galicia presentó hoy un excepcional hallazgo documental: un epistolario compuesto por 32 cartas inéditas que el escritor de Celanova dirigió a su amigo y correligionario José Ojea entre junio de 1904 y enero de 1908, apenas tres meses antes de su fallecimiento en La Habana. Estas misivas, conservadas durante más de un siglo en el ámbito familiar, ven ahora la luz pública, ofreciendo una perspectiva única sobre los últimos años de vida del autor.
Una amistad revelada en confidencias
La correspondencia actúa como un hilo conductor que teje la profunda amistad entre dos galleguitas de Ourense, Curros Enríquez y José Ojea. A través de estas líneas manuscritas, se accede a las confidencias, reflexiones y vivencias del poeta, permitiendo redescubrir su personalidad más allá de su obra pública. «Tenemos la oportunidad de acercarnos a Curros Enríquez desde otra perspectiva, la que propician las palabras de confianza con una persona, pudiendo redescubrir otros aspectos de su personalidad, de sus vivencias y de su contexto», subrayó el Conselleiro de Cultura.
El contenido de las cartas no solo se centra en lo personal, sino que también funciona como un crisol del panorama cultural de la época. Entre sus párrafos aparecen, como en una tertulia epistolar, nombres fundamentales como los de Manuel Murguía, Emilia Pardo Bazán, Rosalía de Castro o Enrique Peinador, lo que enriquece el valor del epistolario como documento histórico y literario.

El destinatario: José Ojea, el boticario fundador
La figura de José Ojea Otero, destinatario de las cartas, emerge con fuerza en esta historia. Más que un mero receptor, Ojea fue un personaje clave en la vida de Curros. Además de ser el boticario del municipio orensano de Cortegada, fue escritor, político y, significativamente, uno de los fundadores de la Real Academia Gallega. De hecho, una de las pocas fotografías que se conservan de él lo muestra junto a Murguía y al propio Curros Enríquez, testimonio gráfico de su estrecha relación.
Fue Ojea quien prologó Aires da miña terra, la obra más emblemática de Curros, lo que da cuenta de la admiración intelectual y la complicidad que existía entre ellos. Las cartas presentadas dan fe de una amistad que se prolongó durante décadas y que incluía también a la familia de ambos.
Un testimonio crucial para el futuro
López Campos puso en valor «la oportunidad de conocer a una de nuestras grandes figuras desde otra perspectiva». Asimismo, recalcó «el valor de este legado para salvaguardarlo de cara a las generaciones futuras y ahondar en nuestra identidad y en las personas que la forjaron». La Xunta de Galicia asume así la responsabilidad de preservar este tesoro documental, asegurando que pase a formar parte del legado histórico colectivo.
El epistolario se sitúa en un momento crucial de la vida de Curros. En octubre de 1904, el mismo mes en que fue captada la histórica fotografía con Ojea y Murguía, el escritor partió definitivamente hacia Cuba tras una estancia en Galicia en la que recorrió varias villas y balnearios tratando de aliviar los quebrantos de salud que finalmente lo llevarían a la muerte.
La clave familiar: el vínculo con el presente
El acto de presentación de este patrimonio inédito tuvo un componente emotivo con la presencia de Delfina García Paadín, pariente de José Ojea, quien custodiaba este legado. Fue su generosa disposición la que ha hecho posible que estas misivas, incluidos algunos fragmentos de otras que no se conservan completas, sean ahora del conocimiento público. Su colaboración cierra un círculo que une el pasado con el presente, permitiendo que las palabras íntimas de Curros Enríquez encuentren, más de un siglo después, a un nuevo y agradecido destinatario: el pueblo gallego.