Tardó, pero llegó. El Deportivo logró por fin su primera victoria en casa esta temporada en un partido con sabor a fútbol grande, de esos que no necesitan derbi para parecerlo. El Sporting de Gijón fue un rival incómodo, rocoso y competitivo. Pero el Dépor, armado de fe, empuje y un Barcia que emergió cuando más se le necesitaba, firmó un triunfo por 1-0 que sabe a justicia y a liberación.
La volea del central coruñés, a falta de un suspiro para el 90, puso en pie a Riazor, desató la locura en la grada y encendió una chispa de esperanza en un equipo que empieza a mostrar señales de solidez emocional. Porque esta vez no fue solo fútbol. Fue insistencia, ajuste de piezas, y algo que no siempre aparece en las estadísticas: carácter.
Una puesta en escena de intenciones
Después del empate in extremis en Butarque, Antonio Hidalgo movió ficha en el once titular. Ximo, Patiño, Luismi Cruz y Mulattieri aparecieron en un once que buscaba no solo resultados, sino una reacción táctica. El arranque prometió, con una ocasión temprana de cabeza para Mulattieri tras centro de Yeremay. Pero esa chispa se apagó rápido en una primera parte que fue más ajedrez que fútbol.
El Dépor dominaba, pero el Sporting se protegía bien. El equipo coruñés tenía la iniciativa, pero la movilidad de Yeremay y Escudero quedaba asfixiada por una defensa asturiana perfectamente escalonada. Solo algunas combinaciones por la derecha, especialmente entre Ximo y Luismi Cruz, ofrecieron vías reales de desequilibrio.
Riazor aprieta, el Dépor insiste
A medida que el partido maduraba, el Dépor fue empujando al Sporting hacia su área. Escudero acarició el gol con un disparo bajo que obligó a lucirse a Rubén Yáñez. También Mario Soriano tuvo la suya, pero el balón se negó a entrar.
Y mientras tanto, cada pérdida de balón era una amenaza. El Sporting no necesitaba mucho para asustar. Un robo, un centro bien templado de Kevin Vázquez, un cabezazo de Gelabert al palo, y el Dépor volvía a mirar hacia atrás.
Cambios, tensión y el momento Barcia
El segundo tiempo fue otra historia. Hidalgo agitó el banquillo y la intensidad aumentó. El Sporting también creció y las áreas comenzaron a vivir con más protagonismo. El Dépor, sin brillantez, sí mostró convicción. Zakaria entró con ganas, Stoichkov buscó entre líneas y Soriano trató de poner orden. Faltaba precisión, pero no ambición.
La recta final fue un intercambio de golpes sin dueño claro. Hasta que, en una jugada que parecía no llevar peligro, llegó el éxtasis. Dani Barcia, central criado en Abegondo, cazó una volea tras un balón parado y la clavó con una ejecución impropia de su demarcación. Un golazo. Un grito de rabia. Una prueba más de que este Dépor sabe sufrir… pero también ganar.
Valoraciones
- Barcia, héroe inesperado, no solo por el gol, sino por su solidez durante los 90 minutos.
- Rubén Yáñez, portero del Sporting, evitó un resultado mayor. Gran actuación.
- Yeremay, aún lejos de su mejor versión, pero determinante en varias acciones.
- Mario Soriano, cada vez más imprescindible.
- Luismi Cruz, activo y eléctrico, aunque le faltó continuidad.
Lo que viene
Con esta victoria, el Dépor toma oxígeno, se sacude dudas y mira hacia arriba. No fue un partido redondo, pero sí uno que puede marcar un punto de inflexión. Porque ganar en casa, cuando no todo fluye, también es señal de madurez. Y este equipo, todavía en construcción, empieza a mostrar que quiere competir hasta el final.
Riazor, mientras tanto, sonríe. Y eso ya es noticia.

