El Deportivo de La Coruña de Juveniles se proclamaba, este domingo día 27, ganador de la Copa de Campeones.
El camino no ha resultado nada fácil. Prórroga en Las Palmas cuando parecía que el equipo coruñés estaba casi fuera. Penaltis a posteriori. Dos potencias mundiales de por medio como Real Madrid y Barcelona. Nada se impondría en el sueño de un grupo de humildes guerreros.
Comandados por un consagrado entrenador como es Óscar Gilsanz, el Deportivo juvenil en todo momento se antojó como un equipo camaleónico, capaz de copar diferentes registros, dependiendo en gran medida de las situaciones cambiantes de juego que se daban durante los encuentros que disputaban. Manejar balón cuando tocaba, apretar los dientes en situaciones complicadas y contragolpear velozmente después de robo.
La madurez física y psicológica que demostraban en cada eliminatoria siempre supuso un handicap positivo para afrontar los vaivenes que se producían dentro del césped. El orden manifiesto, propio de equipos de categoría profesional, dejaba palpable el gran trabajo que realizó el cuerpo técnico durante toda la temporada. El virtuosismo y desparpajo de los jugadores de ataque, llamaban al asombro de un fútbol que a veces parece perdido.
El grupo destaca a cada uno de ellos y todos destacan al grupo. Sin duda el Real Club Deportivo de La Coruña está ante una hornada de pequeños campeones que deberá mimar en los próximos años aunque sin obsesionarse. El aprendizaje continuo y el queme de etapas siempre deberán estar presente y con una importancia relevante. La formación continúa aunque sea mediante una competición exigente.