El empate ante el Valladolid no fue un tropiezo más. Fue el reflejo nítido de un Deportivo bloqueado, sin ideas y sin personalidad, muy lejos del equipo que enamoró en las primeras jornadas. Y el resultado —un 1-1 salvado con un penalti en el 96’— no debe maquillar lo que todos vimos: el Dépor atraviesa su peor momento futbolístico de la temporada.
Este punto sabe a derrota porque el primer tiempo fue alarmante: once contra once, en 45 minutos, el Deportivo solo remató una vez y no pisó el área rival con verdadero peligro. Un equipo sin chispa, sin ritmo, sin valentía. Un Dépor plano. Y eso, en Riazor, no es negociable.
La segunda parte, con el Valladolid en inferioridad, era el escenario perfecto para reaccionar. Para imponer jerarquía, para demostrar hambre, para morder. Pero ocurrió lo contrario: ni con uno más durante toda la segunda mitad el Deportivo fue capaz de generar ocasiones claras. No hubo desborde, ni creatividad, ni cambios de ritmo. Faltó fútbol, pero también faltó carácter.
Solo un penalti in extremis evitó un golpe más duro. Y eso, siendo el Deportivo y jugando en casa, no puede ser el argumento principal.
Este no es el Dépor que ilusionó
No se trata solo de resultados —dos derrotas y este empate—. Se trata de sensaciones. El equipo ha perdido su esencia.
Hablamos de un Dépor que en las primeras jornadas atacaba sin miedo, presionaba alto, era agresivo, vertical, profundo, reconocible. Ese equipo tenía un sello. Ese sello desapareció.
Hoy se ve un Dépor temeroso, lento y previsible, que mueve el balón sin intención y sin creer en lo que hace. Y esa desconexión futbolística es la que preocupa.
Es momento de corregir, no de justificar
No es día de buscar excusas; es día de autocrítica y reacción. Esta categoría no perdona la relajación ni el conformismo. Si el Deportivo quiere estar arriba, debe recuperar ya su identidad.
No hablamos de revolución, sino de reencontrarse con lo que funcionaba:
✔️ Intensidad
✔️ Valentina ofensiva
✔️ Ritmo con balón
✔️ Presión coordinada
✔️ Ambición
El equipo necesita atreverse otra vez. Competir con descaro. Volver a ser protagonista.
Riazor está y estará siempre con el equipo, pero la actitud debe estar a la altura del escudo. El deportivismo no exige ganar siempre, pero sí exige competir sin miedo, jugar con convicción y defender una idea reconocible.
Este bache llega a tiempo para corregir. Pero si no se actúa, puede convertirse en un problema mayor.
Es el momento de recuperar lo que nos llevó al liderato: identidad, valentía y ambición.
Ese es el Deportivo que la afición quiere ver. Ese es el Deportivo que este equipo debe volver a ser.

