La alcaldesa de A Coruña demuestra una vez más su talento para la diplomacia… galáctica. Mientras los vecinos piden soluciones dignas, el Ayuntamiento ofrece parches prehistóricos y promesas evaporadas
Si hay algo que define el mandato de Inés Rey es su capacidad para convertir reuniones vecinales en stand-up comedy involuntario. El pasado martes, en el centro cívico de Os Mallos, la regidora volvió a deleitar a los asistentes con una de esas perlas que ya forman parte de su leyenda urbana: «…Antes en A Sardiñeira el fuego se hacía con dos palitos…». Sin duda, una reflexión antropológica digna de un documental de la 2… pero poco útil para quienes esperaban respuestas sobre movilidad, baches y carriles bici que parecen diseñados por un niño con tiza.
Movilidad sí, pero sin mover ni una idea de los vecinos
La reunión tenía un propósito loable: explicar los cambios de tráfico en el barrio. Sin embargo, pronto quedó claro que «explicar» no era sinónimo de «escuchar». Mientras que a la empresa de la Intermodal se le aceptó modificar una rotonda por una salida en «T» (vaya privilegio), los residentes de A Sardiñeira se llevaron un rotundo no a todas sus propuestas. ¿Motivo? Misterios de la democracia local, donde algunos votos valen más que otros.
Pero lo mejor llegó cuando, ante las quejas por el estado de las calles, la alcaldesa magnánimamente ofreció a los vecinos elegir entre dos opciones:
- Asfaltado en frío (técnica vintage, resultado: parches desiguales que duran menos que un helado en agosto).
- Asfaltado en caliente (solución del siglo XXI, duradera y estéticamente presentable).
Los vecinos, que no son tontos, optaron por lo segundo. Pero oh, sorpresa: Rey les advirtió de que sería más lento y ruidoso. Como si vivir entre cráteres y esquivar coches en calles intransitables fuera una experiencia zen.
El «ahorro» misterioso: ¿dinero público o truco de magia?
Lo previsible ocurrió: 48 horas después, llegaron las brigadas… a parchear con el método cutre. Las fotos no mienten: A Sardiñeira luce ahora como un cuadro abstracto de baches mal tapados. Eso sí, no están solos en su desdicha: Os Castros y otras zonas disfrutan del mismo tratamiento low-cost.
Lo que lleva a la pregunta del millón: si el asfaltado en frío es más barato, ¿dónde va el dinero ahorrado? ¿Se lo llevan los rodillos de la prehistoria que usan? ¿O acaba en algún fondo secreto para mantener impecable Alfredo Vicente, el barrio donde, casualidad, vive la alcaldesa y donde las calles parecen recién salidas de una revista de decoración?
Conclusión: A Sardiñeira no quiere fogatas, quiere calles
Los vecinos no piden lujos. Solo calles sin agujeros, carriles bici que lleven a algún sitio y que no los traten como a habitantes de un yacimiento arqueológico. Pero en el Ayuntamiento de Inés Rey, las promesas se las lleva el viento… y el asfalto se lo lleva el primer chaparrón.
Mientras, los de A Sardiñeira pueden consolarse pensando que, al menos, ya saben cómo hacer fuego con dos palitos. Por si algún día el alumbrado público también pasa a ser «retro».