La imagen que acompaña este artículo captura un tesoro perdido de la movilidad gallega: el tranvía que unía Puerta Real en A Coruña con La Terraza en Sada, una línea inaugurada en 1923 que durante décadas fue testigo del bullicio cotidiano, el progreso y las historias de miles de pasajeros
La llegada del progreso sobre raíles
En los albores del siglo XX, Galicia vivía una lenta pero firme modernización. La línea del tranvía Coruña-Sada, puesta en marcha el 1 de agosto de 1923, supuso una revolución para los vecinos de la comarca. Con sus 20 kilómetros de recorrido y más de 30 paradas, este servicio no solo acortaba distancias, sino que tejía una red de conexiones sociales y económicas entre la ciudad y los pueblos costeros.
El trayecto, que duraba más de hora y media debido a su frecuencia de paradas y su velocidad moderada (unos 20-25 km/h), discurría por un paisaje pintoresco: desde el bullicio urbano de A Coruña hasta los tranquilos arenales de Santa Cristina y las calles de Sada, entonces en pleno auge como destino estival de la burguesía coruñesa.
Un tranvía para todos: obreros, veraneantes y comerciantes
El tranvía era un verdadero microcosmos social. Por sus vagones, con bancos de madera y grandes ventanales, se mezclaban:
- Obreros que viajaban a las fábricas coruñesas.
- Comerciantes que transportaban mercancías hacia los mercados urbanos.
- Veraneantes que escapaban al aire fresco de Sada en los calurosos días de verano.
En temporada alta, los coches se llenaban hasta los topes, con pasajeros incluso colgados en los estribos.
El recorrido: un paseo costero con historia
Entre las más de 30 paradas, algunas de las más destacadas eran:
- Puerta Real (inicio del trayecto, en pleno centro coruñés).
- Oleiros (donde el tranvía se acercaba a la ría).
- La Terraza (final de línea, en el corazón de Sada).
El tramo entre Oleiros y Sada, con vistas al mar, era especialmente apreciado por los viajeros, que disfrutaban de un paisaje hoy irreconocible por la urbanización masiva.
El ocaso de una era
La llegada de los autobuses y los coches privados en los años 50, junto con los altos costes de mantenimiento de las vías, condenaron al tranvía. La línea cerró definitivamente en 1958, dejando tras de sí un vacío en el transporte comarcal.
Hoy, apenas quedan huellas visibles: algunos tramos de vías ocultos bajo el asfalto, la antigua cochera de Sada (reconvertida en almacén) y, sobre todo, los recuerdos de quienes lo usaron.
Más que un transporte, un símbolo
El tranvía Coruña-Sada no fue solo un medio de transporte: fue testigo de bodas, despedidas, risas infantiles y conversaciones de mercado. Su historia merece ser recordada, no solo como una reliquia del pasado, sino como una posible inspiración para un futuro más sostenible.